En un día cualquiera, entre las obligaciones, el trabajo y el estrés cotidiano, hay algo que suele mantenerse constante: la comida. Para muchas personas, ese momento de comer es, a veces, el único instante del día que se siente verdaderamente placentero. Un descanso, un alivio, una pausa. Pero esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué lugar ocupa realmente la comida en tu vida? ¿Es tu única fuente de placer o la principal?
>>Comer de forma adecuada y placentera
La comida como refugio emocional
No es raro que, en medio del ajetreo diario, recurramos a la comida no solo para satisfacer el hambre física, sino también para encontrar consuelo, relajación o recompensa. Y es que la comida no solo nutre el cuerpo: también puede reconfortar, calmar, incluso distraer.
El problema no es buscar placer en la comida —porque comer es, y debe ser, un acto placentero—, sino cuando se convierte en la única o principal vía de escape o satisfacción.
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Comer como única fuente de disfrute puede ser una señal de alerta
Cuando el placer cotidiano depende exclusivamente de lo que comemos, corremos el riesgo de sobrecargar ese momento con un peso emocional que no le corresponde del todo. Podemos empezar a comer por aburrimiento, soledad o ansiedad, y dejar de distinguir entre el hambre real y el deseo emocional.
Esto no solo afecta nuestras elecciones alimenticias, sino también la forma en que nos sentimos con respecto a nosotros mismos: aparecen la culpa, el descontrol o la sensación de vacío una vez terminado ese momento de disfrute.
>>La comida como una faceta más de tu vida
¿Dónde más puedes encontrar placer en tu día?
Es útil hacerse esta pregunta con honestidad. A veces, nos damos cuenta de que hemos perdido de vista muchas otras fuentes de bienestar:
- El contacto con otras personas
- Mover el cuerpo o disfrutar del aire libre
- Escuchar música, leer, descansar
- Tener un momento de calma sin pantallas
- Hacer algo solo porque sí, no porque sea productivo
Recuperar o descubrir estos espacios puede ayudar a quitarle a la comida el papel protagónico que no siempre le corresponde.
El equilibrio entre disfrute y dependencia
No se trata de eliminar el placer de comer, sino de ponerlo en perspectiva. Cuando aprendemos a disfrutar de la comida sin usarla como único refugio emocional, nuestra relación con ella cambia. Nos volvemos más conscientes, más amables con nuestras elecciones, y menos rehenes de las emociones que intentamos calmar con un bocado.
Placeres pequeños que suman bienestar
¿Qué pasaría si, además de comer algo que disfrutas, te permitieras también disfrutar de un paseo, una conversación tranquila o una actividad creativa? El placer puede venir en formas sencillas, no siempre espectaculares, pero sí sostenibles.
Repartir el bienestar en distintas áreas de la vida ayuda a que no todo dependa de lo que hay en el plato. Y, paradójicamente, cuando eso sucede, muchas veces se disfruta más la comida, porque deja de ser una vía de escape y se convierte simplemente en lo que es: una parte rica, importante y bonita del día, pero no la única.
Conclusión:
Ampliar las fuentes de placer es también una forma de autocuidado
La alimentación cumple un papel importante en nuestro bienestar, pero no tiene por qué cargar con toda la responsabilidad de hacernos sentir bien. Reflexionar sobre esto puede abrirnos la puerta a un estilo de vida más equilibrado, donde el placer no se limite a lo que comemos, sino que se extienda a otras dimensiones del día a día.
>>Porque sentirse bien va mucho más allá de una comida. Y eso también se aprende.